Por alguna razón, siempre es más fácil estar triste. Sobre todo cuando se trata de esa tristeza real y no hastiante, de esa que no es cómoda, de esa que no es miedo, enojo o alegría, de esa que no finge y que se va llorando o simplemente no se va.
Siempre es más fácil estar triste, aunque sólo sea una mentira.
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