Una sonrisa temblorosa adorna sus labios, y sabe mal, tan mal. No es como esas veces en las que está tan nervioso que no puede mantenerse quieto; no tiene porque sentirse así, simplemente es incómodo. Y el sabor a mentira le inunda el paladar. Traga con dificultad y trata de mantener aquella mueca. Las comisuras de su boca son jaladas hacia abajo, incapaces de mantener sus labios curvados. Y es incómodo, tan incómodo. Tan amargo. Tan antinatural.
"Respira profundo y sonríe" se repite, pero no tiene sentido. Aquella mueca absurda no engaña a nadie, aunque, quizá, no haya nadie a quien engañar.
Tan falsa. Tan patética. Tan absurda como su actuación.
Pero aún así es una sonrisa ¿verdad?
Una repulsiva, pero lo es y eso es lo que importa.
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