Y duele que sonría, porque está lejos y no sé cómo llegar a ella. Y duele porque no sé cómo alcanzarla. Y duele porque me asusta. Y duele por el simple hecho de doler. Y duele porque es más fácil que duela a que moleste. Y es incomodo y frustrante porque quiero alcanzarla desesperadamente. Y no es ella a quien realmente busco alcanzar. Y duele porque quiero olvidarle casi tanto como le quiero a mi lado. Y es aterrador. Y busco remplazarle. Y duele, porque no sé qué más sentir.
Y entonces te sientes como el más grande mentiroso, sin tener pruebas siquiera. Pero lo sabes, y quizá por eso lo seas.
Y a veces caen, casi sin razón, sin cesar. Una tras otra sólo caen. Y la sonrisa flaquea y todo parece tan asfixiante. De nada sirve el no llores; no tiene sentido. Y a veces caen, sin razón aparente,
y la sonrisa radiante sabe mal, y la mentira y la verdad se entremezclan. A veces caen cuando sientes que le quieres, cuando sientes que le odias, a veces caen sólo porque sí. Y de nada sirve "¿el qué tienes?", viene sobrando el "¿por qué lloras?" No hay razón, aunque sí la haya. Y las lágrimas caen, casi sin valor, pero ¿realmente tienen alguno? Los labios forman una línea recta, la mirada se oscurece, nada queda de aquel semblante feliz, no hay rastros de risa, de alegría. No hay "te quiero", no hay palabra alguna. Pero hay muchos "quiero" y otros tantos "no tengo". A veces caen, como si fuera algo natural, sin importancia, sin valor. A veces caen cuando la noche llega, a veces cuando estás solo, y a veces caen.
Y últimamente me intimida observar la hoja en blanco.